Con los sucesos acaecidos en las últimas semanas en Egipto se ha puesto de manifiesto, una vez más, que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de una nación no implica la mejoría de los problemas económicos y sociales que padece la población y los peligros que conllevan la aplicación de las políticas neoliberales impulsadas por Estados Unidos y organizaciones financieras como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Este enorme país de milenaria tradición cultural, principal aliado árabe de Estados Unidos en el Medio Oriente y que parecía disfrutar de las bondades de las políticas neoliberales introducidas en la década de 1990, escondía en su interior una potente "bomba" social.
Obstinados por las penurias que los afectan, millones de egipcios han salido por las principales ciudades egipcias para exigir mejores condiciones de vida y pedir la renuncia del presidente Hosni Mubarak a quien no le quedó más remedio que aceptar la mayoritaria decisión del pueblo. En las revueltas han perecido más de 300 personas y varios miles resultaron heridas.
Después de una fuerte crisis financiera, a partir de los años 90 del pasado siglo, el país árabe abrió completamente sus puertas a una economía de libre mercado y de privatizaciones que atrajo las inversiones extranjeras y benefició a varios sectores de la población
Surgieron por sus ciudades modernos complejos comerciales y residenciales, expresión de las pujantes clases alta y media que incrementaban sus capitales. Pero esa exuberancia no llegaba al grueso de la población constituida por 84,5 millones de habitantes.
Según el FMI, Egipto es la cuarta economía del Medio Oriente con un PIB de 217.000 millones de dólares y sus sectores vitales son el turismo y los servicios que cobra por el paso de más de 40.000 embarcaciones anuales por el Canal de Suez, en su mayoría petroleras que transportan crudo hacia Europa.
Egipto representaba para la propaganda occidental uno de los mejores ejemplos de las virtudes de la aplicación de políticas neoliberales de libre comercio, pues hasta en los años de crisis económica internacional su PIB crecía anualmente.
En 2009 el PIB se ubicó en 4,7%, en 2010 llegó a 5% y se preveía que para 2011 alcanzara el 6%. Estos números confirman que el aumento de PIB no implica que se resuelvan las principales necesidades del grueso de los habitantes como son el acceso a la salud, la educación, vivienda y alimentación, entre otras.
Según datos proporcionados por el FMI, el 40% de los egipcios (34 millones) vive por debajo de la línea de pobreza con menos de dos dólares diarios, que no alcanzan ni para una comida. Los subsidios que otorga el gobierno son ínfimos en comparación con los gastos de vivienda, electricidad, salud, educación, agua, etc.
Como un gran terremoto social, todos los problemas han surgido en un momento por la geografía egipcia.
Datos de BBC Mundo indican que el déficit presupuestario se cifra en 8% del PIB, la inflación general llegó a 10% y la de los alimentos asciende a cerca de 17%. Por este motivo, en 2009 hubo grandes revueltas en El Cairo, Alejandría, Suez y otras ciudades.
La deuda exterior del gobierno y de las personas que han recibido créditos se incrementan con extrema rapidez, mientras que los analistas y Organizaciones no Gubernamentales estiman que el desempleo afecta al 25% de la población.
Alrededor del 12% de la fuerza laboral trabaja en sectores relacionados con el turismo, lo que hace suponer que si las revueltas populares aumentan, mayores serán los problemas para Egipto que depende en grado sumo de la industria sin humo.
Los ingresos por servicios turísticos alcanzaron en 2009 los 11.600 millones de dólares y en 2010 se estima que sobrepasaron los 14.000 millones por el aumento del número de viajeros que fue del 23% en comparación con el año anterior.
Con los disturbios y tensiones actuales, las acciones de las compañías aéreas y las agencias de viajes vinculadas a Egipto y a esa región han caído, muchos turistas han abandonado el país y a los posibles viajeros se les recomiendan que pospongan la visita o se dirijan a otros lugares.
El otro grave problema para la economía egipcia, y también para la mundial pues ya el costo del barril de petróleo sobrepasó los 100 dólares, fue la amenaza de cierre del Canal de Suez.
Este es un enlace de 120 kilómetros de longitud que une el Mar Rojo y el Golfo de Suez con el Mediterráneo y por donde pasa una importantísima cantidad de la producción del crudo mundial.
Su clausura habría implicado que los buques que se desplazan por esa vía marítima de Asia e Europa, o viceversa, tendrían que realizar el recorrido por el Cabo de Buena Esperanza de África, es decir, 9.650 kilómetros más de extensión con la consecuente extensión del tiempo de travesía y de costo por transportación.
La utilización del Canal de Suez representó para El Cairo una entrada de 4.770 millones de dólares en 2010, cifra que aumenta cada año por la cantidad de embarcaciones que lo atraviesan.
Varias compañías suspendieron las operaciones durante las manifestaciones y disturbios, entre ellas el grupo AP Moller-Maersk, (la más grande del orbe en el transporte de contenedores) y sus filiales Maersk Line, Safmarine y Damco.
Los alzamientos masivos han echado por tierra la propaganda occidental que ponía a Egipto como modelo de desarrollo neoliberal y de libre comercio.
El principal aliado estadounidense en el norte de África, a quien Washington asigna 1.500 millones de dólares anuales en ayuda militar, estaba subido a un iceberg que al derretirse ha dejado ver en la superficie un lodazal donde miseria, desigualdad y desempleo enfangan a sus habitantes.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122454&titular=egipto-otro-fracaso-neoliberal-
--Daniel Escobar
EES
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